Nuestra historia

 

Había una vez en un lugar muy cercano de la ciudad de Quito un Martín, un niño ingenuo e inocente. Asistía a un colegio frente a la Casa de la Cultura, un sitio diminuto pero acogedor donde conoció mucha gente e hizo buenos amigos. En ese lugar, su camino se cruzó con el de una hermosa muchacha y quedó encantado: Gabriela. Con cada interacción (con cada mensaje, cada llamada, cada mirada y cada abrazo) se cristalizó en ambos el más puro e inocente cariño. Los dos sentían un vínculo de afecto tan fuerte, lindo y cálido, que fluyó y creció mientras compartían sus años de colegio. Distintas circunstancias ocasionaron que esta relación y sus interacciones sean cada vez mas esporádicas; a pesar de eso, el cariño nunca mermó, pues permanecia latente en sus corazones. Pasaron 6 años sin contacto cuando al fin los tiempos de ambos coincidieron, como acto de magia todo ese afecto que estuvo esperando para brotar, floreció con toda la intensidad que fue cultivada desde un inicio, un amor dulce, fuerte, tierno y puro, que solo espera compartirse en una vida juntos.

 

"Que el puro azar haya sido tan generoso y tan amable con nosotros. Que nos hayamos encontrado (cada vez), el uno al otro, «en la vastedad del espacio y la inmensidad del tiempo». Eso es algo que me sostiene y es mucho más significativo... la forma en que me trató y en que lo traté a el, la forma en la que nos cuidábamos (...). Nos vimos el uno al otro. Nos encontramos en el cosmos, y eso fue maravilloso". 

Ann Druyan